lunes, 9 de febrero de 2009

Sobreviviendo a las gotas de invierno



Los últimos rayos de un sol dorado se desvanecían por el horizonte. El viento rujia, mensaje ando que el invierno venia contada su furia. Asaltada por mis recuerdos caminaba con paciencia, esperando empaparme de nostalgia. Ahí la vi. Caminando entre la rambla llevaba en su espalda una enorme carga de palitos secos (leña) que superaba su tamaño y sus dos pequeños caminaban junto a ella. Mas que indignación fue admiración (vi. la fortaleza materializada).
La seguí como sigue un alumno a su maestro insistiendo en llevar su carga, se negó. Irene su pequeña de cuatro años que había heredado la fortaleza de su madre intentaba caminar como adulta, pero sus pies pequeños se negaban a obedecerle; le cargue, acelerando nuestros pasos llegamos a casa (mal construida) hacia las veces de cocina comedor, dormitorio y en un rincón entre el montón de leña dormía sus gallinas.

Llegamos y en seguida la madre coloco unas astillas sobre el tizón y soplo hasta obtener una llama que encendido iluminaba su rostro… (Cenamos) nos envolvió la noche y empezó a caer las primeras gotas de invierno, encendió una vela y su luz dibujaba sombras en la pared, una mariposa nocturna revoloteaba alrededor de la vela. Entretuve un rato a los niños jugando con nuestras sombras, dibujando algunas imágenes, entre tímidas risas se quedaron dormidos.
Observe detenidamente a su madre mientras se disponía a preparar mi cama, tenia una cabellera larga muy larga; me hablaba y apenas podía oír su voz, imperceptible por los violentos aterrizajes que daba la lluvia en la calamina cuando de pronto empezó a caer algunas gotas, coloco calderos para recoger las goteras.
Vi en su rostro evidentes señales de sufrimiento, sus ojos se enturbiaron de tristeza y en seguida afluyo sus lagrimas por sus mejillas uní mis lagrimas a alas suyas, le pedí que me explicara la causa de sus aflicción… su cabellera larga era su industria para venderlo luego en tiempos difíciles… (su pasado).